Elizabeth Abudinén Adauy. Profesora de Educación Especial y
Diferenciada (Psicopedagoga). Pontificia
Universidad católica de Chile.
Educar a nuestros hijos sin perder la paciencia hoy en día
cuesta mucho ya que estamos en un mundo competitivo donde, constantemente, se
nos está evaluando nuestro rendimiento más que nuestras capacidades, sobre todo
en padres que no han tenido adultos significativos en su niñez como para
aprender de ellos a ser empáticos con sus hijos, pero a la vez inteligentes en la
puesta en marcha de los valores a considerar.
Cuando nuestros hijos son pequeños es muy importante que sepan lo que se espera de ellos
y que tengan
claro que, al igual que los adultos, ellos deben responder de manera adecuada
dentro de la familia y de la sociedad. ¿Qué significa responder de manera
adecuada? Muy simple: descubrir sus derechos y deberes, muchas veces olvidados
por la juventud de hoy, colocarse en el lugar del otro y no hacer nada que le
pueda perjudicar, buscar diferentes soluciones a sus problemas a través de la
creatividad, desarrollar conductas reflexivas y buscar lo mejor de la vida
dando gracias a Dios por sus logros y caídas. Pero para esto, debe primero ser
guiado a través de un camino que sólo los padres o la familia pueden hacer.
En este artículo les daré algunas sugerencias abstraídas del
libro “Hijos con personalidad…raíces y alas” de Alexander Lyford Pike,
Marianella Ciompi y María José Soler.
En primer lugar, debe existir una comunicación efectiva
entre su hijo y usted: ser claro, conciso y concreto en el mensaje y que su
hijo sepa que usted lo educa y lo corrige, que hay límites, porque lo ama. Para esto, es
necesario que como familia planifiquen con antelación qué medidas van a tomar
frente a las distintas situaciones “conflictivas” del diario vivir y se las
hagan saber a los niños, por lo cual, necesitan conocer las fortalezas y
debilidades de sus hijos. Además, es necesario que los niños conozcan cuáles
son las conductas aceptadas y cuáles son las que perjudican el entorno familiar
y por las cuales se va a corregir. De esta manera aprenderán a tener
autocontrol sobre su actuar.
En segundo lugar, es necesario que sus hijos aprendan,
también, a escuchar y para eso usted debe aprender a escucharlo primero sin que
se torne la conversación en una discusión con argumentos, por parte del niño,
sin fin. Uno debe saber en qué momento se conversa y se escucha y en qué momento
se termina la conversación para hacer cumplir las obligaciones. Algunas
preguntas que pueden ayudar en el manejo del diálogo son las siguientes: ¿para
qué?, ¿cómo es?, ¿cómo te sientes?, ¿qué es eso?, ¿cómo estuvo tu día en el
colegio? Dese un tiempo para escuchar a su hijo, a veces sólo con escucharlos
ellos se sienten importantes. Otra manera de entablar un buen diálogo con los
hijos es hablar de lo que yo siento y no de lo que tú hiciste. Ej. Cuando
llegas tarde, yo me preocupo.
Recuerde:
Ø
“No pida algo ni de una orden gritando”.
Ø
“hable siempre en tono firme, pero calmo.”
Ø
“No altere el tono de voz, aunque el niño llore
o grite.”
Ø
“No le dé la espalda.”
Ø
“Hable a sus hijos mirándolos a los ojos.”
(Hijos con personalidad…raíces y alas.)
Es muy importante que su hijo haga las cosas bien, porque
comprende que todo lo que usted hace es porque usted es el padre y quiere lo
mejor para él. No debe obedecerle por temor a ser agredido o castigado. Si él
está enojado, hágale saber que es un sentimiento válido, pero que hay formas de
reaccionar sin agredir al otro y para que el niño o la niña adquieran esa
conducta usted debe aplicarla primero con ellos.
En tercer lugar, para una asertiva corrección es necesario tener
en cuenta ciertas técnicas a llevar a cabo frente a las conductas disruptivas
de los niños:
o
Técnica
del disco rayado: repetir siempre el mismo mensaje hasta que el niño/a
acepte lo solicitado por usted. Si uno
entra en el discurso argumentativo con el niño o niña se habrá perdido
autoridad.
Ej.:
Mamá : “niños, es hora de ordenar”.
Niños : “el último en jugar no fui yo”.
Mamá : “ese no es el tema. Quiero que vayan a ordenar”.
Niños : “déjame primero mandarle un mail a mi compañera por un trabajo”.
: “yo voy a terminar mi tarea”.
Mamá : “niños, quiero que ahora vayan a ordenar”.
Niños : “¡ya, bueno, ya voy!”
o
Técnica
del banco de niebla: la idea es hacer oídos sordos a los reclamos de
los niños y así no perder el control de la situación. Se debe evitar responder
argumentativamente a sus demandas.
Ej.:
N: “¡eres muy pesada!”.
M: “puede ser que a ti te parezca que soy
mala”.
N: “Siempre me castigas a mí”.
M: “puede ser que siempre tu creas que te
castigo a ti”.
Ejemplo de ambas técnicas:
M: “Cómete toda la comida.”
N: “¡siempre haces comida que a mí no me
gusta!”.
M: “puede ser que a ti te parezca que
siempre hago comida que a ti no te gusta, pero
cómete toda la comida”.
N: “Siempre me obligas a mí”.
M: “puede ser que siempre tu creas que te
obligo a ti, pero cómete la comida”.
o
Técnica
de interrogación negativa: a través de preguntas se va acercando al
niño a la verdadera razón de su molestia.
Ej.:
M: a bañarse.
N: no quiero bañarme.
M: ¿por qué no te quieres bañar?
N: estoy limpio.
M: y ¿por qué crees tú que estás limpio?
N: porque hoy día no corrí.
M: y ¿por qué no corriste?
N: porque nadie quería jugar conmigo.
M: ¿por qué crees tú que nadie quiso jugar
contigo hoy?
N: porque ellos querían jugar a la pelota y
yo quería quedarme en la sala.
M: ¿qué crees tú que pasaría si eres tú el
que quiere jugar a la pelota y Pedro quiere
quedarse en la sala?.
N: le diría que nos turnemos.
M: y ¿qué puedes hacer para que la próxima
vez si quieran jugar contigo?
N: jugar con ellos un rato y luego, quedarme
en la sala.
o
Técnica
de extinción: para que una conducta desaparezca ésta debe dejar de ser
reforzada. Si un niño o niña llora porque no se quiere ir a acostar y logra su
objetivo, estaremos reforzando la conducta de negativa. Pero, si a pesar de que
llora se la lleva a la cama y se le acuesta, poco a poco la conducta negativa
irá desapareciendo por no ser estimulada ni reforzada.
o
Técnica
de tiempo fuera: consiste en aislar al menor del ambiente propicio para
que se presente la conducta disruptiva.
Ej.:
Si un niño está mojando a todos sus amigos
con la manguera cuando ellos no lo desean, lo mejor es tomar al niño y llevarlo
a la cocina por un rato: hacerlo reflexionar sobre su actuar, que se coloque en
el lugar de los otros, a través de las técnicas anteriores; escuchar el porqué
de su conducta y entablar un diálogo claro y conciso con el menor hasta que
comprenda que eso molesta a los demás.
o
Técnica
de compromiso viable: se validan los sentimientos de los hijos, pero
con un compromiso por parte de ellos. Deben aprender que muchas veces se debe
esperar para obtener lo que ellos quieren.
Ej.:
Ej.:
Te llevaré a casa de tu amiga, pero después
que vaya a recoger a tu hermana.
o
Técnica
del reforzamiento positivo: como adultos formadores deben aprender a
reconocer las buenas acciones de sus hijos felicitándolos cada vez que se presente
la conducta que desean fomentar en ellos. “No se debe dar por sobreentendida su
buena conducta”…“Todo ser humano necesita reconocimiento para sentir que existe
para el otro. La persona y su autoestima se construyen en el vínculo entre un
yo y un tú. El elogio en cantidad y momento adecuados demuestra al niño la
atención y preocupación paternas y le reconoce como valioso frente a ellos.”
(Hijos con personalidad…raíces y alas. Alexander Lyford Pike. Ediciones
Universidad católica de Chile.)
Ej.:
“¡Qué bien quedó echa tu cama! Y que
ordenada se ve tu pieza”.
“Te quedaste callado mientras la profesora
pedía silencio, ¡eso sí que es ser respetuoso!
“Te felicito por haber estudiado solo,
porque yo sé que te cuesta”.
“Le convidaste de tu chocolate a tu
hermana, eso me hace muy feliz”.
“Me ayudaste mucho al preparar tu uniforme
para el otro día”.
“Gracias por ayudarme a lavar la loza”.
Por último, el niño debe aprender que en la
vida hay dos caminos a seguir: el del bien o el del mal, que cada camino trae
consecuencias que afectarán positiva o negativamente su vida futura y que él es
el único responsable al elegir entre el uno o el otro.
Cuando el niño o la niña hacen algo podrán
recibir un elogio o un “castigo”. El castigo, más que un reto, debe ser un
tiempo de aprendizaje. Es importante que ellos comprendan que tienen todo para
elegir: si actúan de manera adecuada las cosas le resultarán mejor, pero si no
cumplen con los acuerdos establecidos con la familia, son ellos mismos quienes
eligen ser “castigados” o privados de algo agradable y pierden sus “derechos”
al no respetar los derechos de la familia.
Ej.:
Si el niño entra con los zapatos sucios a
la cocina justo después de que ésta se había terminado de barrer, el mejor
“castigo” es pedirle que él barra en vez de gritarle por haber ensuciado. Y así habrá aprendido que la próxima vez
mejor se quita los zapatos.
De esta manera, él o ella, irán adquiriendo
las herramientas necesarias para fortalecer su voluntad y tomar decisiones
reflexivas que le permitirán integrarse adecuadamente a la sociedad como una
persona de bien.
Es fundamental que las palabras vayan
acompañadas con la acción, es decir, si le pide que apague el televisor debe
esperar 1 minuto, aproximadamente y, sino, usted apagársela, por ejemplo, para
que vayan a cenar. Es sumamente
importante no cansarse de repetir siempre lo mismo ya que en algún momento, de
la vida de sus hijos, estas conductas serán interiorizadas para no ser
olvidadas jamás.
Muy bueno el libro y tu artìculo muy claro.
ResponderEliminarGracias